Observando los programas de televisión, he llegado a la conclusión de que al ser humano le atrae lo vulgar. Lo que hay es un fiel reflejo de lo que ocurría en los pueblos hace 20 años, cuando el honor y la intimidad de las personas eran frágiles y alguien comenzaba un rumor y al día siguiente toda la vecindad opinaba y juzgaba.
Y pensareis que hoy la gente tiene derecho a réplica, pero no, cuando alguien habla provoca más habladurías y ésas muchas más, y se convierte en un círculo vicioso. Al final, las personas se convierten en monos de feria, expuestos, sin que nadie los proteja y con el tiempo caen en el olvido, y si lo recuerdan, lo hacen por lo mismo que dio pie a las habladurías.
¿Tenemos derecho a opinar sobre los demás? Deberíamos reflexionar sobre esas personas y sentir empatía antes de opinar sobre la reputación que pende de un hilo de todos esos títeres televisivos.
Vamos a vivir y dejar vivir, que no es tan difícil.
Julia.
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